Contemplar el rostro
de la misericordia
Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe
cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva,
visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret? Quien lo ve a él ve al
Padre (cf. Jn 14,9). Jesús de
Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la
misericordia de Dios.
Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la
misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para
nuestra salvación.
Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener
la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo
eficaz del obrar del Padre. Es por esto que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio
para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los
creyentes.
En efecto, abriré la Puerta Santa en el quincuagésimo aniversario de la
conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II. La Iglesia siente la
necesidad de mantener vivo este evento.
Los Padres reunidos en el Concilio habían percibido intensamente, como un
verdadero soplo del Espíritu, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de
su tiempo en un modo más comprensible. Derrumbadas las murallas que por mucho
tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo. Una nueva etapa en
la evangelización de siempre. Un nuevo compromiso para todos los cristianos de
testimoniar con mayor entusiasmo y convicción la propia fe. La Iglesia sentía
la responsabilidad de ser en el mundo signo vivo del amor del Padre.
El Espíritu Santo, que conduce los pasos de los creyentes para que cooperen en
la obra de salvación realizada por Cristo, sea guía y apoyo del Pueblo de Dios para ayudarlo a contemplar el
rostro de la misericordia.
Francisco, Misericordiae Vultus 1-4
Bula de convocación del Jubileo extraordinario de la
Misericordia
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